lunes, 1 de marzo de 2010

UNA NOTA SILENCIOSA.

Estamos rodeados de silencio. El mundo gira y gira al compás de la más sucia de las indiferencias, la humana. Noche y día somos testigos de la destrucción de lo más íntimo de nuestra naturaleza, la dignidad.
¿Qué es lo que hacemos para luchar contra esta realidad? ¿Qué es lo que intentamos poner en relieve con el objeto de evitar el sádico atropello de la decadencia? Simplemente cerramos los ojos y aprovechamos nuestra ceguera para crearnos una ilusión del todo, que no es más que una inerte pompa flotando en el limbo de nuestra incapacidad de mejorar.
¿No es acaso eso, el símbolo de que ha llegado el final de nuestra existencia sentimental? ¿Es posible hallar percepciones, cuando nuestra sensibilidad está apagada completamente? ¿Cuál es el sentido del individualismo y la ingratitud? ¿Vale la pena nacer sin rectitud, sin compromisos intrínsecos hacia nuestra calidad de seres frágiles?
Creo que la respuesta a estas preguntas no va a llegar jamás, porque a los habitantes de este planeta no nos interesa saber nada acerca de nosotros mismos. A nosotros nos gusta la comodidad, y nos complace vivir en esta especie de sociedad casi medieval, en la cual el nacimiento decide la clase social y el futuro de la mayoría de las personas. En donde casi todos cumplimos una misión preestablecida por los “sabios” manipuladores del sistema, quienes son los encargados de determinar nuestra función en el mundo sin importarles lo que sentimos o somos por dentro, y nos convierten en meras piezas que deben moverse según normas exactas dentro de un gigantesco tablero de ajedrez.
Así está el mundo hoy… cubierto en su totalidad por el cobarde silencio de los buenos, aquel que tanto le preocupara a Martin Luther King y lamentablemente vemos crecer día a día. Así estamos todos… yo simplemente quise hacer sonar una bocina antes que la calma regrese nuevamente a nuestras almas conformistas para ahogar nuestras preocupaciones y nuestra solidaridad.

Germán Gilio
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