Hola, amigosAutor de alrededor de 50 sinfonías, decenas de óperas, conciertos, misas, sonatas, muchísima música de cámara y vocal, y dueño de una dinámica incomparable en el desarrollo de sus melodías, Mozart se atrevió a formarse un nombre capaz de trascender primero la época y luego el infinito, porque nadie sabe hoy a ciencia cierta, hasta donde habrá de llegar su legado.
El destino quiso que Mozart encuentre su deceso mientras componía nada menos que una misa de réquiem, lo que convierte a esta última pieza en un mito difícilmente superable dentro de cualquier rama artística. Wolfgang fue un clásico que al final de su vida se animó a vislumbrar el romanticismo (En el Réquiem o el Concierto para Clarinete por ejemplo se demuestra esta idea). Sus últimas piezas están llenas de pasión. Tristeza, amor, dolor y coraje se mezclan con la inmensa semilla de miedo y preocupación que le causó durante sus últimos meses de vida el presentimiento de su propia muerte.
Un 5 de diciembre de 1791, invadido por un gran dolor Mozart expiró dejándonos una herencia de 655 obras (Es posible conseguirlas todas), y es el recuerdo de su existencia lo que nos debe empujar a todos los habitantes del mundo a seguir adelante con la historia y el progreso de la sociedad, porque como se aventuró a decir el gran Albert Einstein: “No podemos perder nuestra fe en la humanidad, sabiendo que Mozart fue un hombre”
Hoy es momento de tristeza y felicidad al recordar el aniversario de su muerte. Tristeza por el dolor que nos da imaginar la música que nunca se escribirá, ya que la muerte encontró a nuestro ídolo en la plenitud de sus facultades creativas; pero felicidad también, porque al fin y al cabo, más allá del sentimiento de injusticia que introduce en nosotros su temprana partida, siempre es gozo recordar a Wolfgang Amadeus Mozart.
A causa de su pobreza, El niño prodigio de Salzburgo debió ser enterrado en una fosa común, y al día de la fecha sólo se conoce un lugar aproximado al de su morada final. Bajo algún lugar del Cementerio de St. Marx en Viena, descansa quien fue para muchos el más grande genio musical de todos los tiempos.
Germán Gilio
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